Una semana después del Ironman 70.3 Cascáis y recuperada del choque físico y emocional de la caída, aquí está la crónica de este maravilloso triatlón.
Si algo saqué en claro de esta prueba fueron dos cosas: confianza en uno mismo y aprender a disfrutar de una competición siempre, pase lo que pase.
El pasado septiembre, tras cruzar la meta del Ironman 70.3 Lanzarote, organizado por el Club La Santa, nos enteramos que para el 2017 la marca Ironman celebraría una prueba en Cascáis, Portugal. Jose y yo no tardamos ni un segundo en formalizar nuestra inscripción el día que hubo apertura de inscripciones.
Además de las pruebas de la Copa de España de Triatlón de Media y larga Distancia, intentamos buscar otras pruebas que nos aporten otras experiencias. En este caso, no sólo las pruebas organizadas por la marca Ironman (organización, seguridad, información, guía del atleta y un largo etcétera), sino aquellas en las que podemos disfrutar de un corto viaje en un destino diferente. A modo de mini-vacaciones.
Tras finalizar la primera parte de mi temporada de triatlón con el Ecotrimad, decidí no participar en ninguna otra prueba y así poder centrarme en todo el cúmulo de trabajo y proyectos que tenía aparcados.
Además, por un golpe, tuve una buena rotura fibrilar del extensor del dedo gordo del pie. Ante lo cual el fisioterapeuta me prohibió correr. Así retomé los entrenamientos de carrera de forma progresiva, siguiendo todas y cada una de las indicaciones del fisio cuando estuve de veraneo con mi familia.Esto fue a mediados de Julio.
Primer día 10 minutos de trote suave, 2º día 12 minutos. Y así fueron pasando los días al tiempo que iba recuperando la confianza en poder correr con normalidad.
Este verano, he sumado muchas clases de ciclismo indoor porque , salvo esos 6 días con mi familia, el resto he estado trabajando. No son cosas que sumen mucho a mi entrenamiento, más que aumentar el volumen de entrenamiento en zonas aeróbicas, y restan por la acumulación de fatiga .
A diferencia de la primera parte de la temporada, ahora sí decidí, al margen de las clases, bajar el estrés adicional de mi trabajo y poder centrarme más en la preparación. No significa esto que haya sumado más horas de entrenamiento semanal, pero sí el estar centrado en algo te ayuda a tomar conciencia y compromiso. El Ironman 70.3 Cascais era prueba test para ver cómo me encontraba.
El estrés es el mayor factor limitante para el rendimiento físico y mental.
Sin tener la sensación de llegar con un súper buen estado de forma, sí al menos, llegaba con la sensación de haber hecho los deberes. Tenía ganas de competir, de disfrutar y de probar cómo había asimilado las 5 semanas de entrenamiento. Con buenos descansos, alimentación y recuperación entre sesiones.
( día post- competición paseando por las calles de Cascáis)
Como no habíamos cogido vacaciones, esta vez fuimos el jueves. Normalmente viajamos el viernes tras salir de trabajar en el gimnasio, con cierta prisa. Ir con tiempo es una garantía de ganar confianza y tranquilidad. Aprovecharíamos a disfrutar de unos días de descanso pre y post competición, nada menos que en Cascáis.
El viaje en coche se hace un poco largo pero llegamos a Cascáis directos a coger los dorsales. Una cosa que así ya nos quitábamos de encima para no agobiarnos el viernes. El Centro estaba adornado ya con banderas del Ironman 70.3 Cascais, lleno de triatletas y acompañantes, y esos nervios que se respiran en el ambiente.
Eliminar el estrés del día a día debe ser una prioridad si queremos hacer las cosas bien.
Esta vez, mi mami nos acompañaba y eso siempre es algo que me aporta una seguridad y confianza extras. Además ya es una completa entendida de este deporte. No sólo lo disfruta si no que si algo se me olvida, ella me lo recuerda. Y saber que la vería en el segmento de carrera me da muchísima energía. Mi mami que es muy top, se quedaba en un preciosos hotel del centro.
Nos alojamos con Lara y Aberto, del equipo de Jose y con quienes nos llevamos muy bien. Las risas están aseguradas con ellos.El viernes decidimos salir a rodar con la bici y ver la parte de circuito Ironman 70.3 Cascais que se presentaba con mayor desnivel.
La verdad que reconocer parte del circuito, también te aporta confianza al saber qué es lo que vas a encontrarte. Y vaya qué subidita por el interior. Eso sí, muy bonita a la par que dura.
Por la tarde tocaba probar el agua. Todo el mundo decía que estaba muy fría, cosa que llevo francamente mal. Nos juntamos con todo el equipo del Kalamos (grupo cuyo entrenador es Jose), y probar algo el agua. Digo probar porque duré algo menos de 15 minutos con el neopreno. Era tarde y el viento me dejó helada.
El ambiente que teníamos en grupo, era bastante tranquilo. Pese a esos nervios que suelo tener, esta vez me encontraba tranquila. El llegar días antes, tener un espacio en el que dormir, pasar el rato y comer como en casa son otro factor más para mermar los nervios.
El sábado había competición de los más pequeños, y tras un buen sueño y desayuno, bajamos a la playa a ver cómo competían los más pequeños. Muchos de los hijos de los deportistaas que entrena Jose. Aproveché de nuevo para probar el agua. Esta vez sin neopreno. Básicamente para hacerme a la sensación de agua tan fresca. Todo bien.
Tras una comida tranquila con mi mami y Jose, nos fuimos a casa a descansar y poder comenzar a preparar todo con calma y así ya no tener que movernos hasta el día de la prueba. La organización nos envió un correo de última hora. Por motivo de fuertes vientos, la entrada de material se haría la misma mañana de la prueba.
Ya en casa la tarde previa: tiempo para mis estiramientos y regular mis niveles de nervios; limpiar y engrasar la bici, dejar todo rpeparado y revisar mentalmente una vez más cada segmento de la prueba. Os enseába algunos de los estiramientos en Instagram. Vitales para sentirme bien.
Nos fuimos a la cama pronto y esta vez, los nervios no me dejaron pasar una buena noche.
4:30 am. Sonó el despertador y sin apenas hablarnos comenzamos cada uno con nuestros rituales. Ponernos el tritraje, desayuno, ir al baño, mis minutos de meditación, coger todo y a boxes.
La entrada de material fue rápida y aunque era demasiado tempranos, no soplaba viento y la temperatura era buena.
Tenía ganas de empezar. La salida esta vez era “rolling start”, en función de los tiempos estimados de la natación. Salíamos de 6 en 6 cada 4 segundos. Con mi compi de equipo, Ana Caleya, decidimos nadar juntas, y mantenernos lo más pegaditas.
Ana es algo más que una de las mejores triatletas que conozco, es una compañera increíble y que siempre antepone ayudarte a cualquier otra cosa.
Antes de seguir. Mi enhorabuena una vez más por su 1er puesto en nuestro grupo de edad y 11ª de la clasificación general, con pase directo al campeonato del mundo en 2018. Sencillamente increíble. Ennhorabuena Anita.
Bueno, ya estábamos. Salimos juntas y nos mantuvimos. A ritmito, el agua estaba bien, soportable. Teníamos que hacer una salida del agua en otra playa. Eché la vista alrededor y no veía a Anita. Venía detrás. La esperé y volvimos de nuevo al agua a por lo que quedaba del recorrido. ( unos 1.300 mts).
La natación fue bien. Me mantuve concentrada en un ritmo sostenible, sin dormirme demasiado. Nos resultó difícil seguirnos porque ya había muchos triatletas.
( Juré que no pondría esta foto pero…no siempre salimos perfectos del agua. Es lo que tiene la realidad jajajaj)
Salida del agua y directa a la zona de transición. Era una transición larga. Pero fui más o menos rápida. Anita llegaba cuando iba a por mi bici. Me quedé más tranquila. Enseguida me cogería en la bici.
La salida de T1 tenía una pequeña subida por suelo empedrado y enseguida, tras pasar por el centro de Cascáis, tomaríamos dirección hacia Lisboa.
( Otras cosa no, pero con ganas iba 🙂 )
Las vistas eran incréibles, dejando el mar a nuestra derecha. El primer tramo era rápido, y yo me encontraba increíblemente bien. Las medias de bici y mis sensaciones eran fantásticas. Enseguida vino Anita, y entonces, manteniendo la distancia obligatoria nos íbamos manteniendo visibles la una y la otra.
Mis piernas estaban frescas, no sé cuánto aguantarían el ritmo, pero me sentía como nunca. Mantener sin perder de vista a Anita, era un plus de confianza más para mí, porque ella es una excelente triatleta.
Iba centrada, manteniendo la posición y el ritmo, sin pasarme pero sintiéndome bien. Adelanto a un triatleta por la izquierda, y cuando lo rebaso me voy a colocar hacia la parte izquierda de la calzada.
Y entonces pasó. Un chico que venía a mil por hora me llevó por delante adelantándome por la derecha. Fueron unos segundo o milésimas en los que sentía estábamos enganchados y zas!!!.
Recuerdo llevarme las manos a la cabeza para protegerme, y el grito que di como pidiendo a dios que no me pasase nada.
No sé cómo caí, pero allí estaba. En el suelo, la bici de aquella manera y mis sueños de hacer una carrera excelente se esfumaron en segundos.
Pude levantarme rápido. Sólo quería subirme a la bici y seguir, no podía pensar en otra cosa. Me ví las quemaduras, el traje roto, pero no me dolía nada. Fui a por la bici, pero la cadena estaba fuera y de los nervios no podía colocarla.
A los segundos, mi compañera Anita, se había dado media vuelta para ver cómo estaba. Madre mía, eso solo lo hace una buena compañera. La grité que todo estaba bien y que corriera que la quería ver en el podio.
Enseguida estaba la asistencia. Atendieron primero al chico. Mientras tanto yo lloraba y solo decía que quería seguir corriendo. Sí, paré el Suunto. Pedí ayuda al chico para la cadena, pero me dijo que no sabía. La asistencia tampoco podía ayudarme. Entonces me di cuenta que el desviador del cambio trasero estaba entre los radios de la rueda trasera. Pensé que ya no podría continuar y eso me llenaba de rabia. Eché mano de la fuerza para sacarlo de ahí y colocar la cadena como pude. Al menos para poder pedalear.
“No he venido hasta aquí para quedarme en el kilómetro 20, ni de coña”, eso me decía. Recordé un mensaje de mi amiga Daniza. Gracias bella.
Me senté en el suelo, y veía a todo el mundo pasando. Me vino a la cabeza esa imagen de Chrissie Wellington en Kona cuando pinchó su rueda. La misma sensación de impotencia.
El chico, continuó y entonces la enfermera, me atendió, yo la metía prisa. Sólo quería seguir, y no perder más tiempo, aunque fuese tarde. Habían pasado ya unos 16 minutos.
Cuando me subo a la bici me doy cuenta que los acoples están totalmente movidos y la dirección mal. La bici tiraba hacia la derecha.
Bueno, habría que aguantar el tipo hasta el kilómetro 44 que había puesto de emergencia de reparación de bici, sólo tenía que pedalear unos 20 kilómetros así.
Me subí a la bici sabiendo que mi objetivo se había esfumado así que cambié el chip. “ Be water my friend”.
“Isa, dadas las circunstancias, hazlo lo mejor que puedas y sepas y sobre todo disfruta ya de la carrera a muerte”. Y eso hice.
Al pasar por el puesto de bicis. Paré de nuevo. Gracias a dios que entre los tres mecánicos, no sin llevarse las manos a la cabeza de cómo estaba la bici, me dejaron todo perfecto para poder pedalear con garantías.
Aproveché a pegarme con cinta aislante una de las gasas que me habían colocado, porque se despegaba. Echa un cuadro.
Pues nada, a seguir pedaleando fuerte, disfrutando de esas buenas sensaciones con las que comencé y a acabar sin más.
En el km 50 se iniciaba una subida ininterrumpida hacia el interior en dirección Sintra. Ahí estaba al “tran tran”, adelanté a muchos triatletas pero esta vez ya me daba igual, iba disfrutando de buenas sensaciones.
Antes de adentrarnos en el parque natural de Estoril, con el que culminaríamos una gran subida con una fuerte pendiente, entramos en el circuito de coches. Es el tramo que menos me gustó. No aportó nada salvo cierto peligro en la entrada y salida del circuito.
El siguiente tramo lo había hecho el día anterior, de modo que ya iba más segura. Una vez arriba el resto era todo bajada, con alguna leve subida corta. Pero presumía podía ser muy rápido.
Iba con cierta inseguridad por si me derrapaba la bici o algo tras la caída. Los kilómetros pasaban rápido y ya llegados a la zona de Guincho el viento soplaba de lado con mucha fuerza. Esa zona es sencillamente preciosa.
( llegando a T2, hasta pude hacer pipí encima de la bici. Una cosa más aprendida).
Imposible acoplarme ahí, el viento me movía de un lado de la calzada al opuesto. Pero sabía que quedaba poco para llegar a T2, y pese a todo, seguía con muchas ganas.
Llegada a T2. Nuevamente, transición muy rápida. Ya sólo me quedaba disfrutar de la media maratón y correrla lo mejor posible.
Tras subir nuevamente esa cuesta que ya subimos al salir de T1, veo a mi mami. No sé si se fijó en las vendas y la pierna toda quemada, la digo que estoy bien.
(Ignorante de mí que mi mami, se había descargado la aplicación con el tracking y sabía que me había sucedido algo cuando vio el track que no se movía. Claro, de esto me enteré a posteriori. Ya os he dicho que mi madre está en todo, muy top).
La carrera consistía en 2 vueltas a un circuito bastante bonito y tal y como rezaba la descripción de la guía del atleta “parcialmente llana”. Vamos que tenía unas subiditas majas, majas. El centro estaba lleno de gente animando, el día era soleado y me sentía sencillamente feliz. Todo el equipo del Kalamos animando, Pilar y Raúl, compañeros de Anita habían provocado que todo el mundo me animase cada vez que pasaba. Joder, era increíble. Pese a todo.
Por fin vi a José, le dije que estaba bien. Salí fuerte pero enseguida bajé el ritmo, y ya con las subiditas, se me fue un poco pero al menos manteniendo el ritmo dentro de lo que me había marcado. No era muy ambicioso, pero ya que no optaba a buenas posiciones, me lo tomé como entreno de mantener un buen rimo.
Y así fui disfrutando cada kilómetro hasta subir la última subida, en la que girábamos para encarar la bajada que nos llevaba a la alfombra roja y a la meta.
( esta cara es un poco de cabreo porque la chica que iba delante, a lo celebrity con los brazos abiertos saludando a todo el mundo, ocupaba todo el espacio).
Y allí estaba. Me sentía fuerte y feliz, y uno más.
Lejos del tiempo previsto, pero contenta de haber sacado todas las ganas y haber subido a la bici tras la caída y darlo todo hasta el final.
Jose me estaba esperando. Esa es sin duda la mejor de las recompensas. Estaba segura se iba a sentir muy orgulloso de mi carrera.
Se extrañó al verme en la carrera a pie porque pensó me había tenido que retirar.
Desde luego me habría retirado si hubiese sufrido una lesión o rotura que me impidiesen continuar con seguridad y menoscabando mi salud. Eso es lo primero. Algo que no debemos olvidar.
Lo más duro fue pasar por la carpa de los médicos para que me curasen de nuevo las heridas. Porque ahí sí que sufrí del dolor. Al compi que me arrolló lo estaban cosiendo la ceja. Vaya par.
Y así fue como conseguí convertir un hecho indeseado con disfrutar pese a todo de la competición.
El día que dejes de disfrutar compitiendo, habrá llegado el final.
Día Post competición disfrutando con amigos paseanndo por la ciudad, contando batallitas y de vacaciones.
Quiero dar las gracias a todos los que me animaron durante la carrera. A otras triatletas con las que tuve la suerte de poder hablar durante y después, y que me saludaron gracias a las redes sociales. En especial a Jael, de Valladolid y a Alba, de Galicia.
Y gracias a todos vosotros por los mensajes que me mandasteis de apoyo y ánimos en Instagram. De verdad que no os imagináis la fuerza y energía que me llega de vosotros. Gracias de corazón.
Espero os haya gustado y ahora a confiar en que la próxima saldrá mejor. Va por vosotros 🙂
4.5